jueves, 15 de enero de 2009

El Inicio

Querida Molly:

Acabo de despertar del largo letargo en el que me sumiste. ¿Creíste que estaba muerto? ¿Qué te ibas a librar tan fácil de mí? Sabés que soy un hueso difícil de roer.

Nada de rencores por otra parte, me alegré mucho al percibir que seguías en Montevideo. Así será más fácil encontrarte. Me muero por verte, recordar viejos tiempos. Aunque sospecho que vas a estar un poco reacia a ello. Ya puedo imaginarlo, vos tratando de esconderte, de huir y yo buscándote como un sabueso. Admito, que sabés como hacer interesantes las cosas. Aunque de todas formas voy a terminar encontrándote. Es sólo cuestión de tiempo y tiempo es algo que tenemos en abundancia. Además sé que tarde o temprano te terminarás aburriendo y volverás a mí.

¿Por qué sigues en Montevideo? ¿Es que has pasado todo este tiempo acá? ¿Recuerdas? Cuando llegamos esta era una ciudad inmunda y caótica. Apenas algunas calles tenían una tenue iluminación a gas. Entre los adoquines se juntaban los excrementos de perros, caballos y personas, mientras la gente parecía asfixiarse detrás de las murallas. Ahora la urbe se extiende por kilómetros y kilómetros, la iluminación eléctrica acortó la distancia entre el día y la noche, algunos edificios se extienden tan altos que parecen tocar el cielo. Sin embargo aún se pueden ver carros tirados a caballo y bosta en las calles. La suciedad sigue existiendo, aunque de otras formas, carteles pegados en las calles, rincones abandonados, las pintadas en los muros que parecen proliferar con más rabia que antes. No sé porque te cuento todo esto, conocés mejor estas cosas que yo, has tenido todos estos años para empaparte de ellas. Será que las descubro nuevas y necesito compartirlas con alguien.

Por el momento sólo he salido de noche, bueno, te imaginas, he estado renovándome y todavía se notan los arreglos… Aunque nadie parece fijarse demasiado en mí, caminan rápidamente como autómatas de un lado a otro. Apenas te cruzan una mirada como evaluándote y siguen su camino. Antes solían santiguarse cuando se cruzaban conmigo, ahora a nadie parece importarle, siquiera percibirlo. Es como que a nadie le importara la religión, por supuesto que hay iglesias pero son casi decorados.

Creo que será más fácil encontrarte de noche, siempre te sentiste protegida, en tu elemento, bajo su manto oscuro. Como si fuera más fácil mantenerte oculta de mí… y de ti misma.

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